Indignémonos
28 enero, 2011
Debe ser difícil hablar de la escritura, del arte, de las aficiones que tiene uno, cuando el estómago te cruje y el futuro se te quiebra como un cristal. Mientras escribo esto, miles de personas deben de estar exigiendo cambios en Egipto, Túnez, Jordania, Argelia o Yemen. Y espero que muchas piensen hacerlo en tantos otros países -empezando por Marruecos-.
Soy joven. Me siento parte de una generación que no reacciona como un colectivo, sino que se reduce a quejarse en grupos pequeños, entre amigos, a los familiares o a quien le dejen. La pregunta es: ¿Cómo organizarse? ¿A quién quejarse? ¿Quién es nuestro enemigo? Y lo más importante: ¿Cuáles son los cambios que defendemos? En nuestras pequeñas explosiones de indignación prometemos no permitir más abusos, pero no podemos quemar banderas si no enarbolamos ninguna. Nadie puede destruir el presente si no se basa en un futuro. Y creo que eso es lo que ocurre: sólo reaccionamos, nunca actuamos. Esperamos a que nos jodan para quejarnos y confiar en que alguien tome medidas efectivas. Lo último ha sido la reforma del sistema de pensiones. El 40% de los jóvenes que forman parte de la población activa no pueden encontrar trabajo. Y para conseguir el 100% de nuestra jubilación a los 65 años, necesitamos cotizar 38 años y 6 meses. Eso significa que uno tiene que encontrar trabajo, como máximo, con 26 años y 6 meses. Y los años que no tengamos trabajo no cuentan para contabilizar. ¡Cómo coño quieren que no me indigne!
Pero no lo hago.
Porque, ¿qué debo hacer? ¿Ir a una huelga que se hizo más por orgullo de los sindicatos que para provocar el cambio en la política económica del Gobierno? ¿Acudir a la demagogia de la derecha extrema? Estoy narcotizado porque no sé qué responder a quien me dice: ¿y qué quieres tú? Sé que no quiero un futuro así, pero, ¿qué futuro quiero tener? ¿Me saco ocho carreras hasta que mejoren las cosas?
Hoy leo que un veterano de 93 años, Stéphane Hessel, ha vendido en Francia alrededor de un millón de ejemplares de un pequeño librito que ha publicado, de título ¡Indignaos!Pide a los jóvenes una reacción, que defendamos toda la libertad que podemos perder.
Es indignante que los jefazos se masturben con la Constitución, cuando ésta, hoy en día, no se aplica por el debe, sino por el debería.
Pero no me indigno.
Y dejo que la rabia que quiere salir por algún lado se me quede buceando por las entrañas.
No somos una juventud ciega. Ni borracha, ni juerguista. No somos unos incultos. Somos tipos que con tres idiomas y dos carreras no tienen trabajo. Por mi parte, estoy desengañado. Qué pena de un país en el que la democracia, por muy sucia que esté, siempre tiene una dictadura de desgraciados con la que compararse.
Pero debo actuar. Debo hacer algo. Llevar a cabo, como dice Hessel, una insurrección pacífica. No sabemos qué futuro defender: inventémoslo, entonces. No nos pararán. No van a poder que deje de darme de hostias contra los muros hasta que encuentre la salida. No van a poder hacerme creer que sólo existen dos partidos, que los problemas son mundiales -como si el Gobierno no tuviera su parte de responsabilidad-. No van a poder hacerme votar a gente que defiende a corruptos. Si los partidos políticos no funcionan, busquemos una nueva fórmula. Que quien nos gobierne sea -y cito a Iñaki Gabilondo- “el paladín que nos defienda” de los intereses financieros.
No nos vamos a quedar quietos. Tengo sangre y estoy vivo.
PD: gracias a ffuentes por poner en meneame el enlace al libro de Hessel en castellano. Os lo dejo (el mismo ffuentes ha publicado un enlace mejor. Lo sustituyo por el anterior):
¡Indignaos! en español
PD2: Islandia lo ha hecho. Sí, lo está consiguiendo.
FUENTE: http://catanoga.wordpress.com/2011/01/28/cientosesentayseis/
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