Un poco de estos primeros d'ias.

JUEVES, 3 DE AGOSTO DE 2005.
Ahora estoy en Londres, el cambio de Terminal ha sido facil y he tardado 35 minutos, la mitad de lo que dicen. Imagino que dicen más para que la gente sea diligente y no pierda conexiones.
El camino a Chicago empezó bien, una pareja me cambió el asiento para estar juntos y me puse al lado de la ventana. También pensé: que buena suerte! Hasta que sentí las primeras pataditas en la espalda. Detrás había una niña que debe tener como ídolo a Ronaldinho. Al ratito ya empecé a mirar atrás con una sonrisa de aquellas irónicas… al final acabé sobornándola con una chocolatina que me dieron en la comida. Las patadas se redujeron sustancialmente, pero nunca del todo.
Durante el viaje fui hablando con esta pareja. Tenían como 50 años, eran de Italia, pero sabían hablar inglés y español. Iban de vacaciones a San Diego. El había aprendido español hacía muchos años, pero joder el tío lo hablaba muy bien. A los padres de la niña les dejé un periódico al montarme al avión (antes de saber que eran los padres de la futura promesa futbolística), y creo que por eso presionaron a la pequeña para que se tranquilizara un poco. Eran italianos también.
El avión, salvadas las distancias, me recordaba al de perdidos (por eso de la diversidad), estaba un poco obsesionado con eso, porque miraba a la gente y me imaginaba historias (similares a las de perdidos). Era muy grande, ¡Dios que alas! Daba un poco de cague mirarlas porque parecían que se iban a romper. Cada asiento tenía su propia pantalla LCD para ver hasta 20 canales diferentes. Nos repartieron una bolsita con: unos auriculares (que nos pidieron antes de bajarnos los cachoperros), un cepillo de dientes y pasta, unos calcetines y un tapaojos para dormir. También nos dieron una mantita que no hizo falta y al final me la llevé (afortunadamente).